Cuatro profes, cuatro historias de niñas en la ciencia y la tecnología

Por: Juana Valentina Bustos y Carlos Urrego

Los datos van mejorando lentamente, pero la brecha sigue existiendo. El número de mujeres que deciden estudiar carreras relacionadas con la ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas (STEM en su sigla en inglés) es menor que la de los hombres.  

Solo cinco mujeres han obtenido el Premio Nobel en física versus centenares de hombres –y eso que muchos de esos galardones debieron ser para ellas, pero ese es otro tema-. En 2024 solo el Nobel de Literatura tuvo como ganadora a una mujer. En el mundo el 29% de quienes hacen ciencia son ellas y en Colombia los datos se parecen al promedio global: la brecha entre géneros es cercana al 20% y, aunque hay iniciativas como Orquídeas (de la que la UManizales fue beneficiada), el camino aún es largo.  

Sin embargo, en Eureka decidimos contar la historia de cuatro mujeres, profes de la UManizales que, cuando niñas, decidieron irse por el camino menos estimulado (el de las áreas STEM) y hoy son fiel ejemplo de su necesaria participación en estas materias:  

Viviana Cardona, de niña destroyer a constructora de futuro

En una foto cuando tenía unos cinco años aparece llena de helado y unas gafas oscuras, sonriente. Hoy, todavía acompañada de lentes para leer mejor, Viviana Cardona Posada es la directora del Programa de Ingeniería de Sistemas y Telecomunicaciones. Es ingeniería electrónica e ingeniería eléctrica, especialista en Gerencia Estratégica de Proyectos de la Universidad Nacional de Colombia sede Manizales y magíster en Gestión Estratégica de la Información de la UManizales.  

Desde pequeña tuvo una curiosidad, algo que la movía, sin saber muy bien por qué, a entender cómo funcionan las cosas. En su casa era destroyer, ya que todo lo desbarataba “abría el televisor, destapaba todo porque a mí todo me causaba mucha curiosidad. Incluso hice un par de experimentos como de cambiar los controles de un formato a otro tratando de unir los cables, pensando pues que eso iba a funcionar”.  

Aunque se ganó unos cuantos regaños por ser tan curiosa, nunca recibió desmotivación para seguir aprendiendo. Incluso, su papá, que no vivía con ella, le explicaba por ejemplo cómo, a través de un cable, se podían comunicar por teléfono. Él era también ingeniero. “Tú tienes todo para ser ingeniera electrónica”, le sentenció su padre cuando tenía unos 10 años. No se equivocó.  

En su colegio sentía, una Viviana adolescente, que la percepción era que la ingeniería era cosa de hombres. Se mantenía un pensamiento de que quienes la estudiaban eran “poco femeninas”, pero eso nunca la afectó. En la universidad eran 55 hombres y cinco mujeres en su pregrado.  

Luego de dos años y medios como profe catedrática en la que no solo dictó clases, sino que hizo parte de proyectos de investigación, Viviana se convirtió en la directora del programa. “Mi mensaje para quienes quieren estudiar ingeniería es que, si les gusta, si les nace, si lo sienten en el corazón, si se sienten felices con este tipo de habilidades, actitudes, competencias y todo lo relacionado, no le teman a la dificultad”.  

Alejandra Giraldo, la profe que aprendió jugando

A Alejandra Giraldo Osorio, ingeniera de sistemas de la UAM, especialista en Pedagogía y Docencia de la Fundación Universitaria del Área Andina y profesora de la Universidad de Manizales cuando se le pregunta por su niñez, lo primero que recuerda es un viejo Atari en el que jugaba en un televisor grande en la casa de su abuela. La tecnología era otra cuando era niña (hoy tiene 32 años) y ese fue su primer acercamiento.  

Luego llegó el primer computador, cuando tenía unos cinco o seis años. Hércules y Mario Bross la acompañaban tardes enteras en ese Windows 98 que, sin saberlo, la fue enamorando de la tecnología. “Si a mi abuela se le dañaba algo, yo quería arreglarlo, si yo encontraba un carrito a control remoto me parecía genial, o sea, esa era como mi forma de acercarme a la ingeniería. Y con el computador, yo no podía creer que uno pudiera escribir, interactuar y obviamente yo quería tener juegos ahí. Entonces, a mí eso fue lo que me motivó a aprender. Me la pasaba haciendo diapositivas en PowerPoint de lo que fuera. Quería pegar imágenes. Simplemente quería explorar”, comenta.  

Sufrió en el colegio por tener mala caligrafía, su letra era “horrible”, dice ella. Las planas eran un tormento, entonces encontrar que en un computador podía escribir de otra forma también la ayudó a, sin saberlo, tomar decisiones sobre su futuro.  

Cuando llegó la hora de graduarse del colegio no tenía muy claro qué quería estudiar, pero un examen de vocación profesional la terminó de confundir más: odontología era su mejor opción. “Yo no puedo ver la sangre, yo me desmayo con la sangre. Entonces, yo me gradué sin tener nada de la universidad”, recuerda. 

¿Cómo llegó a la ingeniería?, por casualidad. Su hermana estudiaba en la UManizales y algún día le dijo que veía mucha gente “pegada del computador”, como ella. Le llamó la atención el tema de programación y construir videojuegos y decidió entrar. Eran más de 40 hombres y unas cuatro mujeres en su clase.  

Terminó su pregrado en la Universidad Autónoma de Manizales, inició una especialización en pedagogía y docencia y allí llegó su segundo amor, ser profe. “Yo entré a hacer un software en un colegio y me ofrecieron dar unas clases porque el profesor de matemáticas se había ido”. Y en su posgrado desarrolló una plataforma para que incluir a los niños que tienen problemas de motricidad en el sistema educativo. “Yo tenía problemas para escribir y en el computador vi una forma de relacionarme”.  

Ayudar a que otras y otros encuentren el camino como ella se ha vuelto un norte en su vida. Tiene, por ejemplo, un club de robótica -90% niños y 10% niñas- pero cuando ven una profe liderando, dice ella, hay una apertura. “Miren, yo soy mujer, soy ingeniera en un mundo, perdón decirlo, pero machista en muchos sentidos, que solo los ingenieros podían ser hombres. Entonces, realmente ese estigma creo que se ha ido eliminando y yo nunca he tenido como alguna dificultad”. Alejandra Giraldo es hoy la profesora que nunca tuvo. 

En Colombia, solo 2 de cada 10 estudiantes de carreras relacionadas con tecnología son mujeres. El país ocupa el cuarto puesto de participación femenina en mercados TI en la región.

La profe que ama responder preguntas

“Me interesaba, me inquietaba mucho poder entender qué era lo que pasaba con todos los fenómenos físicos y todas las leyes que regían el universo porque no es que se comporte de forma aleatoria”, asegura Ángela Viviana Alzate García, ingeniera física de la Universidad Nacional de Colombia, magister en Instrumentación Física de la UTP, estudiante de doctorado y profe de la UManizales.  

La profe Ángela, la investigadora Ángela siempre ha querido responder preguntas: ¿cómo se pueden utilizar las corrientes eléctricas de un tejido para identificar un cáncer? o ¿de qué manera podemos aprovechar algunos sensores para identificar metales pesados en el agua? 

En el colegio le encantaban los números y encontró en la física su mayor atracción. En su pregrado trabajó con magnetismo e impedancia eléctrica, en la maestría le sumó a esos temas microbiología y ahora estudia biosensores y sensores electroquímicos para detectar metales pesados en aguas residuales.  

Fue auxiliar de laboratorio, profesora catedrática, pero siempre con un ojo en la investigación científica, en responder preguntas y eso ha tratado de transmitirle a sus estudiantes. “Uno debe que creer en uno mismo por ese amor propio que debe tenerse y de centrarse en obtener esos sueños, esos objetivos para llegar a ser grande y exitosa en cualquier ámbito que uno se proponga”, asegura.  

El camino no ha sido fácil. Para ella es claro que siguen existiendo brechas con los hombres, muchos ganan más por hacer lo mismo (o menos), pueden manejar el tiempo de mejor manera al no tener que cumplir con otro tipo de tareas, pero, a pesar de eso, “les diría a las niñas que crean en ellas mismas, que sigan ese instinto de curiosidad que las va a llevar muy lejos. Que crean en ellas mismas porque son capaces de hacer lo que quieran”. 

Catalina Guevera: entre la música, los viajes y la tecnología

A diferencia de otras historias, Catalina Guevara Giraldo de niña nunca imaginó que se dedicaría a la ingeniería de sistemas. De hecho, su sueño era muy diferente: ser zapatera. Sin embargo, la vida le presentó caminos inesperados. Su curiosidad por la tecnología empezó cuando, aún en la adolescencia, se enamoró de la música y de la posibilidad de elegir lo que escuchaba en cualquier momento. 

“Mi amor por la tecnología empezó con la música. Si tenía un CD de Shakira, por ejemplo, lo escuchaba completo, pero lo que me encantaba de la tecnología era que me permitía elegir mis canciones y hacer mis propias listas,” cuenta Catalina, recordando cómo se sentía al organizar sus discos y más tarde al poder personalizar su experiencia musical con la tecnología desde listas en Ares. 

Catalina comenzó su carrera en Ingeniería de Sistemas en la UManizales, aunque confiesa que no sabía exactamente qué quería hacer cuando llegó. Sin embargo, la decisión de estudiar esa carrera se movilizó gracias al convenio que tenía el programa con la Universidad de Salamanca, un aspecto que la ponía más cerca de su sueño y pasión de vida: viajar. Esta oportunidad de conocer otros lugares y culturas se convirtió en uno de los principales motores de su elección profesional. 

“No sabía que quería estudiar, pero siempre supe que quería viajar. Cuando descubrí que la ingeniería de sistemas me ofrecía esa posibilidad, todo comenzó a encajar”, afirma Catalina. A pesar de que en sus primeros años no sentía una pasión inmediata, con el tiempo se fue enamorando de la carrera y de la universidad. Y, aunque las clases de sistemas en el colegio no fueron de gran ayuda, Catalina encontró en la UManizales un espacio que le permitió desarrollarse, aprender y crecer. 

A lo largo de los años,  ha forjado una carrera en varios frentes, como un prisma. Ahora es coordinadora de pregrados en la Facultad de Ciencias e Ingeniería de la Universidad de Manizales, un rol desde el que lidera programas como Ingeniería en Seguridad de la Información, Ingeniería en Analítica de Datos, Ingeniería de Logística e Ingeniería Industrial. 

“La ingeniería es una profesión que nos permite ver el mundo sin fronteras” dice Catalina, quien no solo se ha desempeñado como profesora, sino que también ha vivido y trabajado en otros países, ampliando su perspectiva sobre lo que la ingeniería de sistemas puede ofrecer. 

Hoy, cree que la ingeniería de sistemas es una puerta abierta hacia el futuro, un futuro en el que las posibilidades de viajar, aprender y desarrollarse profesionalmente son infinitas. “Lo importante es disfrutarlo y aprender de cada experiencia”, concluye, reafirmando que no importa en qué momento se descubra la pasión, lo importante es seguirla y siempre estar abierta a nuevos horizontes. 

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