Carlos Eduardo Vasco, un ser eminente

 Carlos Eduardo Vasco, un ser eminente

Sania Salazar

A los 82 años, Carlos Eduardo Vasco Uribe se convierte en un niño cuya mirada se ilumina al escuchar una palabra que la mayoría de menores aborrece: matemáticas.

A esa edad se declara un adolescente incomprendido. “Tengo un problema: nadie me entiende, por eso simpatizo mucho con los adolescentes de esa edad cuando no les gustan las matemáticas. ¿Por qué? Porque los profesores nos encargamos de que las odien”, dijo durante un homenaje que recibió en el 6° Congreso Internacional de Educación Abrapalabra, en 2017, por toda una vida al servicio de la educación.

Ayudó a crear el Doctorado en Ciencias Sociales con énfasis en Niñez y Juventud -en convenio con el Centro Internacional de Desarrollo Humano CINDE- de la Universidad de Manizales, y fundó allí la línea de investigación en desarrollo cognitivo-emotivo de niñas, niños y jóvenes. Actualmente es profesor del programa y director de tres tesis.

Su participación en la Misión de Sabios de 1994 es uno de los hechos más destacados en su larga trayectoria nacional. La búsqueda de su nombre en internet arroja en primer lugar una semblanza escrita por su amigo Iván Castro Chadid, donde enlista sus logros académicos y profesionales: Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana. Licenciado en Teología en Frankfurt. Maestría en Física y Doctorado en Matemáticas de la Saint Louis University. Estudió 24 idiomas, pero dice que no aprendió sino 12 “y de esos no llegué a hablar sino seis y ya no me acuerdo sino del inglés y el español”.

Fue sacerdote de la Compañía de Jesús. Ha asesorado al Ministerio de Educación en el área de matemáticas y ha escrito alrededor de 30 libros. Hace parte de Clavius, un grupo de científicos y matemáticos que se reúnen anualmente en Estados Unidos para estudiar las matemáticas, y fue miembro del comité ejecutivo de la Comisión Internacional de Instrucción Matemática, de la Unión Matemática Internacional. Su vida está marcada por los números y lo que más le reconocen es su forma de enseñarlos.

“En las matemáticas, no depende de que el niño sea inteligente o no, sino de las emociones que le han despertado al niño sus primeros profesores y experiencias”, explica Vasco, quien señala que por eso hay que evaluar los aspectos emocionales, intelectuales, de diálogo y de interacción social de los menores. “Ahora estamos trabajando automoderación de las emociones, que tiene mucho más que ver con el resultado académico. Ha sido todo un aprendizaje para mí después de jubilado”.

En la semblanza, Iván deja constancia de que Carlos Eduardo domina otros temas con amplia suficiencia: economía, sociología, sicología y otras áreas del conocimiento, lo que sale a relucir en su conversación.




¿Qué le falta hacer en la vida?

-Risas. “Todavía no he hecho nada, por lo que parece fracaso en todos mis intentos; de todas maneras sigo inventando cosas. Ahora estoy tratando de inventar una manera de reformular las matemáticas modernas, europeas”, responde como si se tratara de un asunto sencillo.

En el texto de Castro Chadid se nota el cariño y la admiración de quien fue su alumno y compañero de trabajo: “Su carácter equilibrado, democrático, respetuoso de la diversidad de pensamiento, conciliador y de una reconocida solvencia ética, tiene además el valor de reconocerle al contrincante sus aportes positivos”. Incluso comenta que siempre le llamó la atención que durante muchos años Vasco fue a trabajar en bus, mientras otros ya iban en carro.

Pero la reverencia de Iván por Carlos Eduardo le impide siquiera mencionar algún defecto, situación contraria a la de Carlos Valerio Echavarría, uno de sus amigos más cercanos. Lo describe como un hombre sumamente crítico, enérgico, agudo y directo al que la injusticia y la falta de ética, más que sacarlo de casillas, lo agitan.

Más que un académico

Rosario Jaramillo, su actual esposa, no tiene prevenciones para hablar de los defectos de Carlos Eduardo. Cuenta que es terco como él solo y que se le dificulta tener en cuenta la opinión de las mujeres. “Le cuesta trabajo entender que a lo mejor nosotras, aunque estemos pensando de una manera muy distinta, podemos tener razón”. Vasco comenta que es muy impulsivo, aunque para ella es “bueno como el pan”.

¿Te puedo contar lo que me parece muy valioso de Carlos?, pregunta Rosario.

“Si uno le reclama por algo que no le gustó y él está de acuerdo, porque obviamente él contrapuntea cuando uno tiene algo que decir, uno puede contar con que atiende eso con mucho cuidado, con empatía y cariño. Trata de cambiar en lo que sienta que debe hacerlo para crear armonía y eso me produce una gran confianza”

“Carlos tiene la virtud más hermosa que uno puede ver en un maestro: seduce con el amor que tiene por el conocimiento, le muestra a uno el encanto de estudiar”, cuenta Carlos Valerio. Durante el homenaje que ya habíamos mencionado, un representante de sus compañeros académicos resaltó su disposición a siempre intentar entender al otro

Esa cualidad nació en su niñez cuando pasaba los fines de semana en un instituto psicopedagógico donde su padre, psiquiatra infantil, atendía niños con problemas de conducta, con síndrome de Down o autismo. Cuenta que le gustaba mantener detrás del profesor que les daba clases. “Como uno cuando está pequeño no sabe qué es anormal o normal, se aprende a jugar, a hablar, a tolerar en cierto sentido, por decirlo así”.

Mary Falk de Losada fue profesora en el departamento de matemáticas de la Universidad Nacional, en donde coincidió con Carlos Eduardo por 25 años. Recuerda especialmente el favor que le hizo de hablar con sus hijos sobre religión, pues estaban a punto de hacer la primera comunión. “Es bastante importante para uno tener una visión no tan cerrada y él la tiene”, pues era cercano a la teología de la liberación.

Carlos Valerio resalta el rigor del profesor Vasco, sus dotes de orador, pero también cuenta detalles simples; lo describe como un hombre de un gran sentido del humor, de buen paladar y que disfruta del vino pero también de unos buenos frijoles caseros, en familia.

“Es conocido como un gran científico, pero para mí es muy importante que se sepa que ante todo es un ser humano éticamente comprometido con este país, cercano, profundo”, concluye Carlos Valerio.

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