Dar la mano, un asunto relativo

 Dar la mano, un asunto relativo

Laura Castaño Giraldo

Cuando ocurre un accidente, unas cuantas personas aparecen en la escena de lo sucedido para ayudar y servir a quienes lo necesitan (además de los curiosos). Una lo hace por vocación, otra porque alguien más se lo pidió y otra más actúa con el propósito de quedar bien ante quienes graban con sus celulares el minuto a minuto de los hechos. Y si bien todas estas acciones conducen a un mismo resultado, las motivaciones, los contextos y las realidades que las anteceden son distintas.

Justo estos factores llamaron la atención del ojo investigativo de Anyerson Stiths Gómez Tabares, psicólogo y docente del programa de Psicología de la Universidad Católica Luis Amigó, que se unió a Mariela Narváez Marín, psicóloga y docente de la Escuela de Psicología de la Universidad de Manizales, con el propósito de revisar cómo influyen la empatía, el manejo de emociones negativas y la expresión de emociones positivas en las tendencias prosociales de las personas (es decir, en aquellas conductas que propenden al beneficio de los demás).

A donde pocos miran

Podría parecer que se trata de un tema más de las agendas investigativas en ciencias sociales, pero la realidad dice todo lo contrario. De hecho, Gómez, que es uno de los pocos investigadores colombianos que se ha enfocado en la prosocialidad como campo de estudio, publicó en 2019 un artículo en la Revista Colombiana de Ciencias Sociales donde analiza el estado actual de esta variable psicológica en Colombia.

¿Y qué encontró? Que entre 2002 y 2017, en el país solo se publicaron 51 artículos en revistas indexadas sobre este tema. Una cifra muy baja si se compara con la producción científica de otras áreas. Por ejemplo, entre 2015 y 2020 se registraron 10.125 investigaciones sobre ingeniería en la plataforma Scopus, tal como indica un artículo publicado en la Revista UIS Ingenierías. Y según un artículo divulgado en 2016 en la Revista Colombiana de Ciencias Sociales, en ese año ya había 25 grupos de investigación enfocados en psicología organizacional, otro campo de estudio atractivo en las ciencias sociales.



Como explicó Gómez en el artículo de 2019, “a pesar de las condiciones sociales por las que pasa el país en términos de violencias y conflicto armado, son escasos los estudios de este constructo en poblaciones vulnerables o afectadas por la violencia, siendo este un campo investigativo prometedor con múltiples aristas por explorar”.

Lo anterior lo llevó a él y a Narváez a preguntarse: “Bueno, ¿y qué pasa con los adolescentes que no están en esas condiciones sociales, culturales o familiares óptimas? ¿No son prosociales?”. Y a partir de esto, la investigación tomó forma.

Los investigadores realizaron el estudio con adolescentes, entre 12 y 18 años de edad que viven en hogares sustitutos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y que han vivido en condiciones de vulnerabilidad psicosocial, ya sea por situaciones de violencia doméstica, abandono, negligencia, conflicto armado, entre otras.



Manos a la obra

De manera general, lo que hicieron fue seleccionar una muestra de 69 adolescentes y les aplicaron tres instrumentos distintos de recolección de información. El primero fue un cuestionario de tendencias prosociales, que buscaba medirlas desde seis dimensiones: conducta prosocial pública, emocional, de emergencia, altruista, anónima y comportamiento prosocial por complacencia u obediencia.

El segundo fue un cuestionario de autoeficacia para la regulación emocional, destinado a evaluar cómo percibían los adolescentes su capacidad para expresar emociones positivas y regular las negativas.

El tercero y último fue un índice de reactividad interpersonal, que medía tres dimensiones de la empatía como mediador de las respuestas de los adolescentes ante situaciones en las que se requiere ayuda.

Gratas sorpresas

Luego de sistematizar y analizar la información recolectada, Gómez y Narváez llegaron a varias conclusiones. La primera, y quizás la más importante, es que los adolescentes expuestos a condiciones vulnerables sí manifiestan conductas prosociales, es decir que sí actúan en beneficio de las demás personas.

Demuestra entonces que un joven haya sufrido abandono no necesariamente lo condiciona a ser una persona desprendida indiferente ante las necesidades de quienes lo rodean. Contrario a ello, puede ser alguien que, mediante sus actitudes y acciones, demuestra interés y disposición para hacer algo por y para otros.

Al respecto, Narváez afirma que “eso es una voz de aliento en el sentido de que no todos los niños que han tenido situaciones adversas van a ser niños con conductas antisociales o conductas delictivas. Por el contrario, si tienen un ambiente acogedor, pueden reducir los efectos negativos de la mala crianza”.

Sobre lo anterior, habría que precisar que los tipos de conductas prosociales que tuvieron un puntaje significativamente alto en este estudio fueron las de complacencia u obediencia y las de emergencia, y con un puntaje más bajo fueron las altruistas.

Eso significa que los adolescentes en cuestión son más dados (aunque no siempre) a ayudar a otros cuando urge o cuando se les pide de manera directa y explícita. Y suele ser menos frecuente que lo hagan por una motivación netamente desinteresada o por plena preocupación por el otro. Sin embargo, esto no significa que una conducta u otra sea más o menos importante.



La interpretación de Gómez sobre esto es que “gran parte de nuestra conducta moral y social se empieza a modelar por las instrucciones por parte de los padres y de los educadores”, por lo cual “es esperado que un niño o, en este caso, un adolescente pueda ayudar más fácil a otra persona cuando se necesita o cuando tiene la petición de ayuda”.

Por otro lado, los investigadores encontraron, por diferencias estadísticas pequeñas, que la población femenina suele ser más prosocial que la masculina. Esto, como indica el artículo de investigación, es “producto de procesos de crianza, prácticas culturales y estereotipos sociales que influyen en los procesos de socialización, educación e interacción de pares entre hombres y mujeres”.

Y finalmente, Gómez y Narváez también concluyeron que tanto la empatía, como la regulación emocional y la comunicación de emociones positivas son predictoras de las conductas prosociales en adolescentes que han vivido en condiciones de vulnerabilidad psicosocial. Eso quiere decir que quienes se ponen en el lugar del otro, controlan sus emociones negativas y tienden a comportarse de una forma que beneficia a los demás.

Hay mucho por hacer

El entendimiento de todo lo mencionado en líneas anteriores abre puertas para seguir potenciando la prosocialidad de las poblaciones jóvenes en un país que verdaderamente lo necesita.

Como explica Estefanía Aristizábal Ramírez, trabajadora social y formadora en el Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (CINDE), en el artículo ‘Investigación para la paz: Perspectiva de paz desde la primera infancia y sus aspectos relacionales’, publicado en la revista Eleuthera de la Universidad de Caldas, “la cultura de paz necesita sujetos que sean reconocidos como constructores capaces de actuar desde y para la paz, no solo en su círculo más próximo, sino imaginando y trascendiendo su capacidad de ocuparse por los otros”.

De acuerdo con Aristizábal, “ello cobra sentido en la medida en que los cuidadores van incorporando elementos fundamentales para una crianza positiva que parte de la escucha y el reconocimiento legítimo de las voces de los niños y las niñas, el acompañamiento de las agentes educativas en el fortalecimiento de las competencias parentales y en la formación de habilidades prosociales desde los primeros años”.

Por esto, es fundamental trabajar en la recuperación de la confianza básica de estas poblaciones, afirmó Gómez. “Ese proceso de construcción de confianza no es sencillo y la institucionalidad, en este caso el ICBF, los operadores de atención psicosocial, pedagogos y, sobre todo, los hogares sustitutos, tienen un rol muy importante en lo que concierne la recuperación de esos vínculos”, concluyó.

Título de investigación:

Tendencias prosociales y su relación con la empatía y la autoeficacia emocional en adolescentes en vulnerabilidad psicosocial.

Investigador principal: Anyerson Stiths Gómez Tabares

Coinvestigadores: Mariela Narváez Marín

Facultad: Facultad de Ciencias e Ingenierí́a, Universidad de Manizales.Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Manizales. Facultad de Psicología y Ciencias Sociales, Universidad Católica Luis Amigó.

Financiación: Universidad de Manizales y Universidad Luis Amigó

Periodo de la investigación: 10 semanas

Publicaciones relacionadas