La ciencia, la tecnología y la innovación, a vuelo de pájaro

Por: Alejandro Samper Arango

Imagine estar en Grönhögen, una población de 133 habitantes que está en la isla sueca de Öland, sobre el mar Báltico, cuando se ilumina la pantalla de su celular. Acaba de recibir un mensaje de texto desde Leticia, en el Amazonas colombiano, a 10 mil 172 kilómetros de distancia: “De Patrick: Nyctibius griseus. AM, 69650-000, Brasil”. 

El nictibio urutaú (Nyctibius griseus), también llamado “ayaymama” o “ave bruja”, no es fácil de ver. A pesar de su tamaño – alcanza los 40 centímetros -, su plumaje grisáceo con pintas marrones y negras se camufla con la corteza de los árboles y, como suele permanecer quieto durante el día, parece la extensión de una rama. Son nocturnas y se requiere un buen ojo para identificarlas. Los aficionados a las aves y los ornitólogos lo buscan mucho por su peculiar canto, pues se asemeja a un lamento; en el Amazonas peruano creen que es el llanto de dos niños que hace años se perdieron en la selva buscando a su madre y que se convirtieron en estos pájaros. 

Patrick es peruano, de origen huitoto, y trabaja como guía turístico en Leticia. Es baquiano y conoce los recodos del río Yavarí cuando, en temporada de lluvias, se desborda e inunda la selva del lado del Perú amazónico. Ha caído la tarde y se para en la proa de la lancha de madera para iluminar con una linterna las aguas oscuras por las que navega. Los ojos de las ranas y de los yacarés (caimanes) brillan con el reflejo. De pronto hace una señal y ordena que apaguen el motor; pide silencio. Señala un árbol y le apunta con su luz: “Ahí está”, dice en un susurro. Saca el teléfono celular de uno de los bolsillos de su pantalón cargo, busca una aplicación y confirma con la imagen que hay en la pantalla. “¡Sí es. El ayaymama!”, y se emociona. 

 

Solo Patrick ve al nictibio urutaú, los demás ven las ramas secas de un árbol que se eleva unos ocho metros sobre el agua. Trata de fotografiarlo, pero sostener linterna y celular no es fácil, sobre todo cuando se mantiene el equilibrio sobre el extremo de un bote y es de noche. Luego, usa esa misma aplicación para reproducir el sonido del ave: “Aai oou oou oou oou oou”. Entonces el animal se deja ver: mueve la cabeza, despliega las alas y se pierde en la manigua y la oscuridad. Patrick hace un registro en el celular y dice: “En los años que llevo en esto nunca lo había visto. Se van a alegrar cuando lo sepan”. 

 

Los que se van a alegrar con la noticia son un grupo de ornitólogos europeos que viajan con frecuencia a esta parte del Amazonas para registrar y documentar algunas de las mil 300 aves de esa zona, la más biodiversa del planeta. Cada año Patrick los recibe y los guía por la selva por un par de semanas; a cambio él recibe una remuneración y educación sobre pájaros de expertos de la Unión Europea de Orniotólogos (EOU por sus siglas en inglés). A ellos les envió el mensaje a través de una aplicación especializada en aves, con el nombre científico del pájaro que avistó y la geolocalización (aproximada) del sector donde lo vio. 

 

Además le pagan la membresía anual a aplicaciones para observación e identificación de aves como BirdsEye, que se especializa en pájaros difíciles de encontrar y tiene servicio de Sistema de Posicionamiento Global – GPS; y Bird Journal, que permite registrar otra fauna. “40 dólares por aplicación es mucho para mí, pero para una universidad o unos investigadores de otros lugares es poco. Es una inversión que ellos hacen y mi compromiso es registrar lo que veo e informarles”, afirma Patrick, quien mezcla sus conocimientos empíricos de la selva (aprendidos de su comunidad) con lo que los investigadores le han enseñado. Información que ha asimilado y con la que enriquece los relatos con los que entretiene a los turistas. 

El nido: Caldas y la CTeI

El caso de Patrick es un ejemplo de lo que el proyecto Juntos por la Ciencia, la Tecnología e Innovación busca replicar en el departamento de Caldas, para contribuir al desarrollo equitativo, competitivo y sostenible-sustentable. Es la puesta en acción de esas estrategias participativas, descentralizadas y basadas en datos, con todos su actores, generando procesos de cualificación, fortalecimiento de capacidades científicas, tecnológicas y de innovación, ampliando redes y estrategias subregionales que favorezcan el cierre de brechas sociales, económicas, políticas y culturales entre los territorios urbano-rurales”. 

 

Para entender la relevancia de esto, un poco de contexto. La Organización de las Naciones Unidas – ONU tiene 17 tareas con las que esperan transformar el mundo para el año 2030. Las llaman Objetivos para el Desarrollo Sostenible – ODS y son una serie de desafíos globales que se interrelacionan entre sí para atacar la pobreza, la desigualdad, el cambio climático y la degradación ambiental, con el fin de encontrar prosperidad, paz y justicia en el planeta. 

 

Alineado con estos objetivos, el gobierno colombiano, a través del Consejo Nacional de Política Económica y Social – CONPES, emitió en el 2022 el documento 4069 que establece las nuevas políticas nacionales en Ciencia, Tecnología e Innovación – CTeI hasta el año 2031. Allí se plantea un ecosistema en el que la sociedad civil, el Estado, la empresa privada, el sector educativo, el sector salud y la academia e investigación trabajan juntos en la construcción de agendas públicas alrededor de la CTeI. El objetivo es que, con proyectos desde los territorios, desde lo local, se aporte a los ODS. 

 

Es poner en práctica el concepto de glocalización. El de “think global, act local” (piensa global, actúa local), que le acuñan al sociólogo, urbanista, biólogo y botánico escocés Patrick Geddes, que en su obra Cities in Evolution, dice: “El carácter local no es, pues, una mera extravagancia accidental del viejo mundo, como piensan y dicen sus imitadores. Sólo se logra en el curso de la comprensión y el tratamiento adecuados de todo el medio ambiente, y en la simpatía activa con la vida esencial y característica del lugar de que se trate”. 

 

Aquí es donde el proyecto Juntos por la Ciencia, la Tecnología y la Innovación entra en acción. Su equipo interdisciplinario, conformado desde la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano – CINDE – Universidad de Manizales y en el que participan instituciones como la Universidad Autónoma de Manizales, Universidad de Caldas, Crece, Observatorio de CTeI, entre otros, busca dar respuesta al centralismo, la poca participación colaborativa y las deficiencias comunicativas en la red de actores subregionales en la gestión y apropiación del conocimiento. 

 

El plumaje: aviturismo en potencia

En las visitas que se han hecho, entre el 2023 y 2024, a los 27 municipios de Caldas, agrupados en seis subregiones (Norte, Alto Occidente, Bajo Occidente, Centro Sur, Alto Oriente y Magdalena Caldense), para hablar con sus líderes, con personas con ideas afines a la CTeI, y al revisar las agendas departamentales de competitividad e innovación (CONPES 3866i), en la mayoría proponen el turismo como una de las principales alternativas para desarrollarse. 

 

Sin embargo, Caldas no es precisamente un polo de turismo. Tan solo ocho de sus municipios hacen parte del Índice de Competitividad Turística Regional de ColombiaICTRC del 2023, realizado por el Centro de Pensamiento Turístico de Colombia, y estos se concentran en las subregiones Centro Sur (Manizales, Villamaría y Chinchiná), Alto y Bajo Occidente (Riosucio y Belalcázar), Norte (Salamina y Aguadas) y Magdalena Caldense (La Dorada). “Al departamento le hace falta planeación y esto se logra con una política pública. A partir de allí, la Gobernación y las alcaldías deben esforzarse por destinar más recursos, seleccionar personas idóneas, formar más guías, crear unidades de turismo y tener un portal web que promocione. Además hace falta un observatorio de turismo que mida el perfil del cliente que llega a Caldas”, afirmó Luis Felipe Díaz Delgado, magíster en Neuroturismo y líder del grupo de Consultores de Turismo de la U. Católica de Manizales. 

Por su parte, Paula Cortés Calle, presidenta ejecutiva de la Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo – Anato, ha dicho que todavía se debe trabajar en identificar la vocación turística del departamento; seleccionar sus riquezas, engranarlas en un portafolio y ofrecerlas en paquetes a los turistas. “Caldas debe explotar su turismo cultural, de experiencias alrededor del café con su Paisaje Cultural Cafetero – PCC, su naturaleza y eventos”.

 

En ese sentido, la región ha avanzado de manera individual y desarticulada. Sin embargo, hay organizaciones como la Sociedad Caldense de Ornitología – SOC que, con su trabajo de divulgación, se han posicionado como centro de conocimiento. Sus actividades atraen turistas de diferentes partes de Colombia y del mundo, motivados con ver algunas de las 933 especies de aves (22 de ellas endémicas) que, según el Instituto Humboldt, hay en Caldas. El más reciente Congreso de Aviturismo, realizado en noviembre del 2023, atrajo al menos 550 personas provenientes de once países. Esto, según datos de Cotelco Capítulo Caldas, dinamizó la economía de Manizales, Villamaría, Chinchiná y Neira pues los visitantes se alojaron en fincas de la zona, hoteles y hostales. 

 

Juan Manuel Arbeláez, presidente de la SOC, ha dicho que quieren incluir a todos los municipios en actividades de aviturismo y asuntos científicos. “Es una de las formas de hacer turismo verde que más ha crecido en el mundo”, señala y esto se evidencia en que tan solo en Caldas hay 27 clubes de avistadores de aves, entre ellos algunos de las comunidades indígenas riosuceñas de San Lorenzo, Cañamomo y Lomaprieta.  

 

El avitursimo fomenta el talento y el empleo en CTeI, genera y mejora el conocimiento, aumenta la adopción y la transferencia de tecnología, incrementa la apropiación social del conocimiento, potencia a la región y mejora el Sistema Nacional de CTeI. Todos objetivos de desarrollo sostenible locales y ligados a los ODS 2030.

  

Además, va de la mano con las misiones emblemáticas de la Comisión de Sabios por Caldas, que buscan tener una red ecosistémica de conocimiento (territorio bio-inteligente y sostenible); un departamento con un modelo productivo, competitivo y sostenible en una economía circular; y una Caldas educada, saludable e innovadora con equidad e inclusión. 


Ahí se hace presente la interseccionalidad que ayuda a reconocer la riqueza cultural, epistémica, metodológica y pedagógica que aporta democratización de la gestión de conocimiento y tecnología que tanto se busca de la CTeI en los territorios. Sin embargo, el aviturismo es tan solo una de las propuestas que han llegado en los Comités Subregionales organizados por Juntos por la Ciencia, la Tecnología e Innovación. Las otras, si bien van de la mano del desarrollo turístico, requieren gran inversión privada, regional y nacional en obras de infraestructura: desde vías a adecuación de espacios y construcción de sitios de alojamiento. 

El avitursimo fomenta el talento y el empleo en CTeI, genera y mejora el conocimiento, aumenta la adopción y la transferencia de tecnología, incrementa la apropiación social del conocimiento, potencia a la región y mejora el Sistema Nacional de CTeI.

El canto: diálogos de saberes y experiencias

Ahora imagine estar en Grönhögen, ese pueblo sobre el mar Báltico, y se ilumina la pantalla de su celular. Acaba de recibir un mensaje de texto desde San José, en el Bajo Occidente caldense, a 9 mil 629 kilómetros de distancia: “De Julián Valencia: Nyctibius griseus. 5°05′N 75°47′O, Colombia”. No solo eso, va acompañado de la foto del ayaymama, que en esta región se conoce como “bienparado común”. 

En este caso el intercambio de información con la Unión Europea de Ornitólogos o la Unión Internacional de Ornitología, puede ser más enriquecedora y eficiente en cuanto a temas de investigación, pues Julián Valencia González es un administrador ambiental, miembro de la SOC y recientemente participó como tallerista en la Fiesta Municipal de las Aves de San José. 

Es activar el ciclo de gestión del conocimiento de la CteI aplicada en un contexto territorial. Es ver cómo, a través de la formación del recurso humano (el guía turístico, el tallerista, el observador de aves), hay una producción de conocimiento (identificación, registro y protección de la biodiversidad de la región). Esto deriva en el desarrollo tecnológico (interacción mediada por tecnologías digitales y alimentación de bases de datos globales sobre biodiversidad que ayudan a los centros de investigación a mejorar y enfocar sus proyectos), que finalmente se retroalimenta con las comunidades (cuando los investigadores vuelven a los territorios) para que haya una apropiación social del conocimiento entre la población y quienes visiten en lugar (turistas). 

 

Estas dinámicas globales promueven esos diálogos de saberes y experiencias en tiempo real, omitiendo metodologías, que es algo que busca la CTeI en los territorios. Permite la apropiación social de un conocimiento y unas tecnologías ajenas a los prejuicios en la configuración de sus prácticas, en esa búsqueda plural y polifónica que es el trabajo con las comunidades y sus subjetividades. 

Hay un dicho que reza: “Más vale pájaro en mano que cien volando”. Caldas tiene la oportunidad de fortalecerse territorialmente en CTeI y turismo gracias al avitursmo. Pero la riqueza de la biodiversidad en Caldas va más allá del interés de ornitólogos y aficionados a las aves. El turismo verde o turismo de naturaleza se puede ampliar a las 108 especies de anfibios, 160 de mamíferos y 72 reptiles, que, como se ha expuesto a lo largo de este texto, cumple con los componentes y las demandas territoriales regionales, en cuanto a pertinencia y coherencia se refiere. Ya tenemos un pájaro en la mano, ¿qué nos impide ir por más? 

Fotografías cortesía de Julián Valencia González. 

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