Un hombre con muchas gafas

 Un hombre con muchas gafas
Amira Abultaif Kadamani

Cuando este profesional de la salud se graduó de la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas, su primer trabajo, en 1992, fue en el Hospital de Riosucio. Un municipio con gran diversidad cultural, predominancia indígena y procesos de conquista y colonia en el siglo XVI y XVII por parte de franceses e ingleses. Este mestizaje, de cinco siglos, generó luchas de poder por las múltiples concepciones sobre los aspectos políticos y sanitarios de la localidad, con fuerte impacto en la salud de las personas más vulnerables de la comunidad indígena: los niños. Cuando ingresó como médico al sistema de salud, encontró impactantes tasas de mortalidad infantil, por lo cual decidió salirse de las rutinas clínicas y quirúrgicas propias de la ortodoxia hospitalaria, para indagar las causas de esta alarmante situación.

Colgó la bata y se puso las botas para explorar el campo, y poco a poco fue abriéndose ante sus ojos un universo de idiosincrasias que sobrepasaban las razones biológicas que esgrimía el modelo médico-académico como causa de aquellas muertes (infección respiratoria, diarrea, desnutrición aguda, problemas derivados del parto, entre otras). “Descubrí que los niños morían por la enfermedad del mal de ojo, el cuajo, el pujo y otras situaciones que la medicina no alcanzaba a leer, y si lo hacía lo catalogaba de ignorancia”, afirma Sánchez, quien ya advertía las limitaciones de la medicina en su lectura de los fenómenos de salud.

“Entendí que había que ampliar la mirada desde la cultura, la filosofía y las ciencias sociales porque la salud no es un asunto dado, sino que depende de las concepciones que se tengan sobre la vida, la muerte”, agrega él.

Progresivamente este médico fue alejándose de la práctica clínica y adentrándose en la comprensión de la realidad, acogiendo muchos tipos de lentes para ver distinto. El hospital le financió una investigación socio-cultural para reconstruir la historia de salud de Riosucio, y ese trabajo, realizado con líderes comunitarios, indígenas, afrodescendientes y campesinos, fue definitivo para trazar un camino de no retorno hacia el descubrimiento de nuevos paradigmas para abordar la salud humana. Hizo una maestría en desarrollo educativo y social, y el horizonte se le abriría insospechadamente con un doctorado en humanidades médicas en la Universidad Complutense de Madrid, donde estudió al lado de figuras reconocidas como los maestros Pedro Laín Entralgo, Diego Gracia Guillén y Luis Montiel Llorente.

“Allí me encuentro con que para entender la salud ni siquiera es suficiente la ciencia; hay que integrarla al arte y a la ética”, sostiene Sánchez.

La ciencia –afirma- aporta criterios de validez rigurosos para orientar las acciones de la salud, pero deben estar acompañadas por una preocupación por la justicia, pues la ciencia médica puede ser usada para la exclusión si no está acompañada de equidad y solidaridad; así mismo hace hincapié en el papel de los artistas para comprender los factores culturales del arte y la salud.




Hacia una teoría de la mente

Los viajes de formación en el exterior y el haber crecido en el seno de una familia tolimense lo han desligado del acento paisa, pese a que gran parte de su vida ha transcurrido en Manizales, donde sus padres se asentaron cuando tenía siete años. Él y sus cuatro hermanos nacieron en Villa Hermosa, en las laderas delNevado del Ruiz. Corrían los tiempos de la violencia partidista. Un día su padre se ganó unos pesos producto de las “mejoras” que hizo en un predio y, por la influencia determinante de su madre, que deseaba que sus hijos estudiaran, subió a su familia en un camión con dos gallinas, rumbo a la ‘ciudad de las puertas abiertas’; huía de la violencia entre conservadores y liberales.

Estando en el colegio, Sánchez participó en muchas comunidades enseñando primeros auxilios y técnicas de rescate por cuenta de lo aprendido en la Cruz Roja, entidad a la que llegó por invitación de un compañero. Esos fueron los cimientos para seguir sus estudios en medicina. No obstante, más allá de ese aprendizaje de salud primaria, hubo algo que le quedó resonando y sería crucial en la búsqueda de su sentido de vida: el Derecho Internacional Humanitario en caso de conflicto armado. “Esa lección de la Cruz Roja me impresionó mucho porque se trataba de entender que incluso en casos de guerra las personas debían ser tratadas como seres humanos sufrientes y no como combatientes”.

En sus salidas de campo, mientras trabajaba en Riosucio, solía andar en una motocicleta de enduro, y así llegaba a Manizales cada vez que visitaba a sus familiares. En el barrio, cuando lo veían embarrado y apeado a su todoterreno, no faltaba el comentario espinoso de “¡uy, esa platica se perdió, usted no parece médico sino antropólogo o sociólogo!”.

Efectivamente era un lobo estepario. Pero empezó a advertir que no estaba solo. En el camino ha ido encontrando médicos y otros profesionales que, como él, se han dedicado a “construir unas gafas con mayor finura para leer los fenómenos de la salud”.

Para él, la biología se pliega a aquello que nos destaca en el reino animal: la posibilidad de construir cognición, emocionalidad y espiritualidad alrededor de lo que nos sucede o nos imaginamos.

“En mis últimos años de vida académica he entendido que la salud es un asunto más de carácter mental e histórico porque depende de lo que concibas que es”, insiste este médico, doctorando en filosofía, que se embarcó en las neurociencias para entenderlo a cabalidad y aportar su grano en la elaboración de una nueva teoría de la mente en perspectiva cultural. Entre sus análisis acogió al revolucionario Santiago Ramón y Cajal, considerado el padre de la neurología, ganador en 1906 del premio Nobel de Medicina junto con Camilo Golgi y quien postuló algo que aún parece de ciencia ficción: “Todo hombre, si se lo propone, puede ser el escultor de su propio cerebro”.

La más reciente investigación de Sánchez —y que se condensa en un libro quesepublicará próximamente — se centra en Sigmund Freud y s u o b r a neurocientífica poco conocida enlaactualidad; de la cual se ocupó entre 1873, cuando inició sus estudios de medicina en Viena hasta 1895, cuando empieza propiamente la fase del psicoanálisis. A juicio de Sánchez, Freud, quien además fue filósofo, eticista y esteta, es un gran referente humanista, cuya visión dista mucho del personal de salud que hoy se forma en las universidades. ¿Qué pasó entre aquella época y hoy? “Que el modelo médico norteamericano, en su preocupación por la eficiencia de los tratamientos, se alió con el mercado y creó una medicina muy eficiente pero con unas pretensiones muy mercantilistas que redujeron la concepción de la salud a un asunto eminentemente instrumental”, responde Sánchez, aclarando que alaba el desarrollo tecnológico y sus enormes aportes, pero urge sintonizarlo con criterios éticos y de equidad para toda la sociedad.




Y justamente por eso es que él, en aras de equilibrar la balanza, se ha dedicado a la docencia, donde considera que se puede incentivar en los futuros profesionales el pensamiento crítico necesario para jugar un papel político importante en el abordaje de la salud. Desde hace 23 años es profesor en la Universidad de Manizales de pregrado y posgrado en áreas como la psicología, el derecho o la medicina.

“La salud no es un asunto dado, sino que depende de las

concepciones que se tengan sobre la vida, la muerte y el dolor”


Revistas en las que fueron publicados los artículos
Alegoría y símbolo en el cine barroco y moderno. Estrategias retóricas, amplificación de sentido. Galaxia (Sao Paulo, online), 2017. Páginas 18-30.
Metáfora y metonimia: estrategias retóricas de organización narrativa. Análisis de caso en el cine moderno y posmoderno. Publicado en Revista Signa 28 (2019). Páginas 373 – 399.

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