Jóvenes por la vida y la paz

 Jóvenes por la vida y la paz

Margaret Sánchez Tovar

“Hay gente que, pese a la precariedad, potencia la vida… y por pura convicción política y comunitaria”, expresa la joven investigadora María Antonia Montoya Castaño al recordar lo aprendido durante su trabajo en Riosucio.

“Los jóvenes en la ruralidad colombiana, y caldense no solamente sobreviven, resisten; también resisten a modos impuestos de vida desde las diversas violencias que atraviesan los territorios. Pese a ello, muchos de ellos se organizan en colectivos y plantean otros modos de habitarlos”, complementa la doctora en Psicología, Rayén Rovira Rubio

Estas dos investigadoras aprendieron más de lo que esperaban con los jóvenes de la investigación de acción participativa en el noroccidente de Caldas durante cuatro años. Respondieron a su propósito académico de entender las prácticas de resistencias rurales juveniles constructoras de paz. Además ayudaron a afianzar procesos de cambio en el territorio desde el Resguardo Cañamomo Lomaprieta y Marmato.

El punto de partida fue la firma de los acuerdos de paz con las Farc en septiembre del 2016. Rayén, Jaime Alberto Pineda Muñoz y Germán Muñoz González, coordinadora y directores del Grupo de Jóvenes, Culturas y Poderes de la Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (Cinde), querían investigar acerca de cómo los jóvenes construían paz en esa transición.

Sin embargo, al acercarse a las comunidades evidenciaron algo que les hizo reconfigurar su propósito: “Algo que nos enseñaron los colectivos es que para ellos el mundo seguía igual, no había cambiado demasiado. Ellos venían construyendo procesos de paz desde antes de los acuerdos”, apunta Rayén.

Las poblaciones donde investigaron soportaron décadas de violencia por el bloque 47 de las Farc, que se tomó San Lorenzo (Riosucio) el 9 de mayo de 1998. También padecieron los abusos y masacres a manos de paramilitares del Frente Cacique Pipintá, de Ernesto Báez.




Preparación y acercamiento

Para la coordinadora, la investigación Cartografías de la re-existencia juvenil en el presente colombiano, una indagación para la territorialización de la paz propone identificar las prácticas y acciones colectivas juveniles.

“No solo es una actitud contestaría frente a algo, también prácticas que crean nuevas formas de vivir”, señala Rayén, quien acuña el término re-existencia para referirse a este fenómeno, abordado desde la mirada del cientista social Adolfo Albán Achinte. Rayén enfatiza en que como investigadores transitaron por escenarios marcados por violencias pasadas de la guerrilla de las Farc y paramilitares, donde aún perduran los conflictos por la extracción de recursos naturales y otras dinámicas que ejercen presión en sus habitantes, sobre todo, en los jóvenes.

Rayén, Jaime y Germán formaron durante cinco meses del proyecto a los demás integrantes del equipo en conceptos básicos de acción colectiva, re-existencia, resistencia, entre otros, y cómo documentar las realidades de los territorios.

Buscaban entre los investigadores a jóvenes formados que potenciaran a otros; por eso el equipo lo integraron con dos practicantes de psicología social: Daniela Giraldo y Julián García; y Antonia Montoya Castaño,magíster en Educación y Desarrollo Humano, comunicadora social y periodista y joven investigadora de Colciencias. Cada uno tuvo a cargo un territorio durante un año. A ellos se sumaron además estudiantes de maestría y doctorado que se integraron en tareas puntuales del proyecto.

En las primeras visitas se acercaron a los colectivos de jóvenes, los entrevistaron, hicieron observación participante y organizaron talleres para identificar los temas centrales de la investigación y definir con ellos en qué procesos los podían apoyar. “Por lo que la investigación se concretó como un proceso comunitario”, apunta la coordinadora.

Rayén y Antonia reseñan los grupos con los que trabajaron en los cuatro territorios:

La Merced, colectivo Fútbol y Pasión

Se acercaron al proceso liderado por el docente Orlando Rodríguez en la sede central de la Institución Educativa Llanadas, el colectivo Fútbol y Pasión. “La Merced es un territorio tremendamente vulnerado, violentado. Los jóvenes están entre violencias pasadas, presentes y latentes”, apunta Rayén. Empezaron con talleres, en los que evidenciaron que las personas entre los 12 y 18 años querían contar sus experiencias y hacer una reconstrucción de memoria en un territorio marcado por el control de paramilitares.

Según la coordinadora se encontraron con hechos inesperados. “Terminamos siendo parte del proceso… nos vimos enfrentados a las violencias que ellos enfrentan. Un día sin mayor explicación vivimos un allanamiento de hombres armados en el salón de clase en el que dictamos un taller”, recuerda Rayén, añade que para no exponer a los estudiantes, suspendieron las actividades durante seis meses.

Al regresar, cambiaron la estrategia y se centraron en colaborarles para poder conocer otros procesos juveniles, los llevaron para que conversaran con colectivos de Riosucio y Manizales, particularmente de la Comuna San José y el barrio Solferino. Estas experiencias los ayudaron a organizar un Día de la Juventud, algo sin precedentes en el municipio. “Los chicos salieron a las calles, realizaron miniobras, cantaron, bailaron. Para un territorio como La Merced es algo valioso. Cuando los jóvenes aparecen en un lugar silencioso y violento la gente se molesta, eso da cuenta de la comunidad adultocentrista y hermética”, apunta María Antonia.




Riosucio, autonomía juvenil

“Fue una apertura. Es un lugar de juventudes y de esperanza en relación a la acción colectiva”, asegura Rayén. Montoya Castaño lideró el proceso en este municipio en el que los colectivos juveniles no son intervenidos por una institución. Simplemente fluye -explica Antonia- como un fenómeno que sin duda está influenciado por la historia de la fundación del territorio, permeado desde lo cultural y lo étnico.

Después de participar en jornadas organizadas por los colectivos y realizar entrevistas, Antonia centró su registro en cuatro grupos de entre cuatro a diez años de trayectoria:

 

  • Colectivo Kurisiva: enfocado en la formación cultural entorno a la ancestralidad.
  • Colectivo CaminArte: un diálogo e intercambio de artes, oficios y saberes itinerantes entre jóvenes del área urbana con comunidades del área rural.
  • Colectivo Bulevar de las Artes: una propuesta de resistencia a la violencia y como reconocimiento del arte como herramienta constructora de paz desde la pintura, la escultura, el baile y el teatro, etc.
  • Colectivo Segunda Escena: jóvenes con deseos y talentos que lideran desde hace nueve años un proceso autoformativo en teatro.

 

Antonia realizó, en conjunto con los colectivos, dos piezas documentales basadas en testimonios de los jóvenes respondiendo a dos interrogantes: ¿Cómo comprenden la resistencia desde el quehacer del colectivo? ¿En qué medida las acciones del colectivo se vinculan a la construcción de paz?

Marmato, la importancia de sus recursos

El grupo de investigación abordó las prácticas de resistencia y re-existencia mineras y su relación con el territorio. “¿Por qué los jóvenes mineros están articulando ciertas luchas y qué implica en relación al cuidado del medioambiente, a las resistencias en búsqueda de una armonía? Es un contraste. Hay una lucha por la posesión de un recurso y una reflexión sobre su concepción y explotación”, señala Rayén.

A su vez se vincularon con la Corporación Makumba, una iniciativa reciente, que ha realizado intervenciones en muros del municipio y otros procesos de reflexión para que los jóvenes no solo vean su territorio vinculado al extractivismo minero, sino como un lugar donde se pueden gestar otros modos de vida.

Por la pandemia de la covid-19, los trabajos y conversaciones en este territorio se vieron restringidos, pese a ello se lograron diálogos con las organizaciones que aportan espacios de esperanza para la acción juvenil en Marmato.

A su mente llega Víctor, un estudiante de la Institución Educativa Llanadas. Hijo de campesinos, su mamá no lo quería enviar al colegio, pero él demostraba interés por el estudio y por compartir sus pensamientos. “Con un discurso que ni el mejor alumno de un colegio privado. Él demuestra que las prácticas de re-existencia revelan otros procesos de inteligencias emocionales, formas distintas de vivir”.




Marmato, la importancia de sus recursos

Aunque a la llegada de los investigadores no existe formalmente un colectivo de jóvenes que se reuniera regularmente, accedieron a algunos de los dirigentes juveniles del territorio, quienes aceptaron el acompañamiento para trabajar temas de memoria histórica local.

“Junto a Jefferson, Norita y Julián recorrieron la historia del resguardo, y desde una necesidad sentida de estos, reconstruyeron piezas que narran su historia”, cuenta Rayén, con las que se elaboraron cartillas y una galería fotográfica de los líderes indígenas del Centro Cultural Gabriel Ángel Cartagena. “Un proceso de restauración que permitirá acercar la imagen de las diversas generaciones de líderes del resguardo a sus jóvenes”, agrega la coordinadora. Son 30 retratos, memorias de vidas que ayudarán a la construcción social.

 
Título de investigación:

Cartografías de la re-existencia juvenil en el presente colombiano, una indagación para la territorialización de la paz.

Investigadores principales: Rayen Rovira Rubio, Jaime Alberto Pineda Muñoz, Germán Muñoz González, María Antonia Montoya Giraldo, Daniela Giraldo Hernández y Julián García.
Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano (Cinde).
Observatorio Psicosocial para la Gestión del Riesgo de Desastres
Grupo Jóvenes, Culturas y Poderes.

Financiación: Colciencias

Periodo de lainvestigación: 2017 – 2018.

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