Marleny Cardona Acevedo, una aprendiz sin punto final
- Mente
- Fecha: 14 febrero, 2023
- 8 minutos de lectura
Juana Valentina Bustos
Se graduó de economista el día que mataron al carismático candidato presidencial Luis Carlos Galán. Fue la primera profesora en crear un semillero de investigación en la Universidad EAFIT de Medellín. Nunca ha estado tan comprometida como lo está hoy con su aprendizaje que sabe que no tiene punto final. El conocimiento y la educación de jóvenes para la investigación ha sido el hilo conductor de la vida de Marleny Cardona Acevedo, una profesora e investigadora en ciencias exactas y de pensamiento muy social y humano.
Se considera a sí misma una mujer libre y poco apegada a las normas tradicionales, aunque creció en una familia donde ellas debían estar en los colegios y los hombres en la calle. Nació en Medellín en 1957, es la mayor de siete hermanos. En su casa “estudiar para ser alguien en la vida” era ley divina y la mejor herencia de unos padres a sus hijos -y ahora lo comprueba-.
Su primera opción de pregrado fue Arquitectura en la Universidad Nacional pero no pasó, así que decidió estudiar Economía en la Universidad de Antioquia. No fue una estudiante prodigio. Le consumió más de los 10 semestres porque el tiempo no le alcanzaba entre estudiar y trabajar como profesora en un colegio privado. Y eso sin contar con que pertenecía a una institución pública en donde el conocimiento también se gesta en marchas, protestas y paros. “Me acuerdo que tuve un semestre que duró 18 meses”, comenta.
Desde muy joven empezó a trabajar porque hacerlo le otorgaba libertad. Cuando cuenta su historia reconoce relaciones y ‘ganancias’, como ella las llama, por ejemplo, que todos sus trabajos se han dado gracias a amigos y personas cercanas que han sido durante muchos momentos de su vida su sostén y riqueza.
En la época universitaria se vinculó al Instituto Popular de Capacitación en Medellín, una ONG de derechos humanos conformada por estudiantes y profesores, que posteriormente se convirtió en la puerta que le abrió la posibilidad de estudiar su posgrado en México. Vivió cuatro años allá mientras cursó uno de sus doctorados en Ciencias Sociales con énfasis en sociología del trabajo.
No todo fue color de rosa. En muchos momentos se sintió abandonada y triste por separarse de su familia. “Llegué a gastar 500 dólares llamando a Colombia en un mes”. Lloraba a la par que estudiaba, expresa, hasta que un día un amigo la convenció de que no se preocupara más por ellos y aprovechará su tiempo en otro país y así lo hizo.
El sistema educativo doctoral de México es estricto y exigente, casi como si el estudiante viviera dentro de la universidad. Cardona Avecedo afirma que a ese país le debe “sentir la academia como suya”. Aprendió a leer -o a leer bien- y abordar textos con rigurosidad y juicio.
Preguntarse y cuestionarse como mantra de vida
El desarrollo social, humano, ambiental, económico, sostenible… es quizás una de sus grandes incógnitas y la razón de muchas de sus investigaciones; esa preocupación, tan utópica a veces, es el pilar de su búsqueda de conocimiento y respuestas.
Y plantea una hipótesis, nada concreta pero construida durante sus años de experiencia, y es precisamente que el camino que hemos adoptado hacia el desarrollo no nos va llevar a ningún puerto si no se asumen nuevos paradigmas y se entiende la problemática desde las ciencias sociales que da respuesta a la desigualdad, la falta de reconocimiento, de justicia social y ambiental.
Cardona Acevedo ha escrito artículos de investigación sobre cooperación internacional, desarrollo sostenible, emprendimiento, innovación empresarial, desarrollo humano, crecimiento económico entre muchos otros. Durante su paso por la Universidad EAFIT se centró en investigar sobre Pymes -Pequeñas y medianas empresas- como una apuesta novedosa a las necesidades del país para la fecha. Sus trabajos han sido citados más de 1.600 veces.
Una de sus investigaciones más significativas como docente de la Universidad de Manizales es Asociatividad rural en la región que conforma el paisaje cultural cafetero en Caldas, un estudio realizado en siete municipios del departamento y que sirvió para la construcción de una política pública en el Cauca.
La asociatividad rural se trata de un modelo económico que permite facilita la distribución de la riqueza y el desarrollo de las regiones. “Cuando las empresas trabajan individualmente no hay distribución, en cambio cuando se asocian hay un ejercicio colaborativo que permite disminuir la desigualdad, mejorar las condiciones tecnológicas sin aumentar costos y mejorar el capital humano porque se trabaja en juntanza”, expresa.
Esta investigación permitió reconocer las características de 17 asociaciones del departamento, sus procesos de conformación, los principales aportes y los aspectos fundamentales para comprender la asociatividad en la región.
Encontró que en muchas ocasiones las mujeres son quienes empoderan y lideran las comunidades en búsqueda de resolver los problemas rurales. Las asociaciones rurales de Caldas cuentan con apoyo de cooperativas, el Sena, la Federación Nacional de Cafeteros que cumplen un rol de formadores, capacitadores o reguladores de iniciativas.
En este proceso halló que cuando prima el interés individual (lo más común) se hace difícil que estas políticas públicas sean efectivas.
La investigación debe servir a otros: tal es su premisa. Un investigador, dice con firmeza, debe tener en alerta todos sus sentidos, debe saber escuchar, ver y despertar la conciencia. La investigación cobra valor cuando las respuestas aumentan las preguntas, “esa es la garantía de que se mantenga el espacio del territorio de investigación pero también del desarrollo de conocimiento”.
Con una especial sensibilidad por el arte
Es fiel admiradora de Sabina, Borges, Pessoa y León Felipe. Desde joven ha tenido una relación estrecha con las artes, en plural, porque las disfruta todas. Es amiga de teatreros, artistas plásticos, músicos y pintores. Pero si hay un arte que le remueve las fibras más sensibles es la poesía que, afirma, “es un alma recargada de futuro”.
Desde hace cinco años participa de un programa con el maestro Luis Guillermo Vallejo -creador del Monumento a Los Colonizadores- en el que llevan niños de la ciudad a la Fábrica de Sueños para despertarles un gusto temprano por las artes. Manejan plastilina, juegan, pintan y ven películas. Encuentra en ese espacio no solo una razón para sentirse orgullosa sino para confiar en el futuro de la sociedad.
“La profesora Marleny es una maestra en todo el sentido de la palabra: es generosa con su conocimiento y lo ve a uno desde la posibilidad y potencialidad. En el proceso acompaña y apoya”, declara Carolina Orozco Santafe, profesora, investigadora y colega.
Marleny de la Milagrosa Cardona Acevedo es doctora en Sociología del Colegio de la Frontera Norte y en Ciencias Sociales Niñez y Juventud de la Universidad de Manizales. Es especialista en planeación urbana y regional de la Universidad Nacional de Colombia, hizo una instancia de investigación postdoctoral en Problemas de Niñez y Juventud en América Latina de CLACSO. Lleva seis años vinculada a la Universidad de Manizales como profesora e investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas, Contables y Administrativas.