Pescadores y peces: una red de sentimientos
- Magdalena Caldense
- Fecha: 8 julio, 2024
- 7 minutos de lectura
Por: Santiago Arbeláez Escobar
Faltan cinco minutos para las cinco de la tarde. Entre biólogos y comunicadores nos preparamos para el primer muestreo de peces en la Charca de Guarinocito. El pescador, y a su vez guía, nos orienta sobre cómo ubicarnos en la lancha: dos personas por asiento y que la proa, o punta superior, quede vacía para poder realizar su labor sin preocupaciones.
Somos seis pasajeros a bordo. Cinco de la tarde. Cae el atardecer. Inicia el recorrido. El lanchero empieza a remar de derecha a izquierda. Avanzamos lentamente. El pescador prepara su atarraya. Ubica su pie derecho detrás del izquierdo, se ve imponente y observa fijamente la charca sin parpadear. Pasan tres minutos con 15 segundos y el momento de pescar ha llegado.
Don Horacio toma impulso mirando hacia atrás de reojo a sus pasajeros. Aprieta sus labios resecos por el sol y lanza la atarraya. Suena el chapuzón en el agua. Todos nos quedamos en silencio expectantes, ojalá encontremos peces. El pescador espera sigilosamente mientras va sacudiendo su ‘tarraya’, como la llama, y observa detalladamente si algo quedó entre la maleza y los troncos que están pegados.
El pescador empieza a halar su atarraya y aclara que esta es una labor de pura suerte: puede salir desde un pez, más de 10 o simplemente, el instrumento de trabajo lleno de pantano, basura u hojas.
En este primer lance pudo pescar tres ejemplares de la misma especie. Aún sin sacarlos puede identificarlos por su color y nos va contando que este pez es de los más comunes en la zona: el famoso bocachico.
Deja su producido en la lancha mientras los especímenes revolotean y se chocan entre ellos. Los biólogos sonríen, se emocionan y ya quieren tenerlos entre sus manos para estudiarlos, tomar sus datos y agregarlos a las bitácoras y base de datos. Un atardecer desvanecido que inicia en azul, pasa a naranja, se combina con el amarillo y termina en un blanco algodón ambienta la labor. Los pasajeros nos mantenemos lo más quietos posible para no caernos a la charca o desconcentrar al pescador. Sin embargo, don Horacio pide silencio, pues con el sonido y movimiento de la lancha y el remo es suficiente para que los peces huyan y no se dejen capturar.
El pescador empieza a halar su atarraya y aclara que esta es una labor de pura suerte: puede salir desde un pez, más de 10 o simplemente, el instrumento de trabajo lleno de pantano, basura u hojas.
Don Horacio indica que avancemos al borde de la charca, pues posiblemente habrá peces en esa zona. Lanza nuevamente su atarraya. No pesca nada. “Hoy los peces como que tienen la visión muy desarrollada porque no se están dejando atrapar fácilmente”, comenta el pescador.
Mientras continuamos con el recorrido, los biólogos adelantan sus estudios: acarician los pescados, les abren la boca, los miden, toman apuntes en sus bitácoras, toman fotos y esperan ansiosos otras especies. Don Horacio cuenta lo importante que es la pesca para él y para el territorio, pues es su mayor fuente de ingresos. Sin embargo, aclara que se ha visto muy afectada por la contaminación de los turistas y la introducción de especies que no son de la zona.
La tarde se torna más oscura y el pescador, después de realizar siete intentos para encontrarse con grandes maravillas que nos sorprendieran, da la orden al lanchero de devolvernos al punto de inicio ya que ‘hoy no fue el día y no tuvimos suerte’.
Llegamos al punto de desembarque, nos bajamos con diez pescados que se dividen en tres especies y los biólogos vacían su producido a una caneca. Se sientan, van sacando uno por uno, el biólogo y profesor Wilton Aguilar Gómez, pregunta a sus alumnos si a simple vista pueden identificar especie y género. Algunos responden, otros se ríen o simplemente se quedan en silencio. Sin embargo, Wilton empieza a explicar aspectos relevantes de los espécimen para que, tanto biólogos como comunicadores, aprendiéramos y entendiéramos el propósito de un muestreo de peces: identificar las especies y sus territorios más comunes.
La luz natural ya es mínima. Nos despedimos con apretón de manos, abrazo entre colegas y risas sobre la paciencia que hay que tener en estos procesos. El pescador se despide esperanzado de que el próximo día nos vaya mejor porque el encuentro será temprano en la mañana y es más fácil pescar. El muestreo termina y don Horacio se toma una cerveza como recompensa.
*Este artículo hace parte de la edición especial de Eureka número 11 financiada por el proyecto Identificación y Apropiación del Patrimonio Biocultural a través de una estrategia colaborativa para la generación de valor en el sector de la bioeconomía en la subregión del Magdalena del departamento de Caldas. Una iniciativa que se realiza con recursos del Sistema General de Regalías y en el que participa la Universidad de Caldas, Universidad de Manizales, BIOS y cinco asociaciones de base comunitaria.