Los desafíos pospandemia

Las universidades durante el tiempo de la pandemia hemos enfrentado grandes desafíos que han significado una serie de ajustes en la operación de los procesos misionales según las formas de relacionamiento que demanda la docencia, la proyección social y la investigación científica. Han ocurrido cambios drásticos en la función orgánica que podríamos resumir en tres dimensiones: 1) la transformación de los contenidos, 2) la modificación de las formas o métodos y 3) la disrupción de los escenarios de contacto. En las funciones sustantivas se advierten esos cambios, y más aún en el caso que nos ocupa como es la investigación científica, la cual se ha modificado a partir de una nueva agenda, unos métodos más diversos en escenarios de incertidumbre, y unas formas de trabajo in situ sin la vitalidad del contacto presencial que enriquece la casuística.

En el primer aspecto, la pandemia puso sobre la mesa académica una nueva agenda que aborda temas tan variados que van desde estudios en salud pública, impactos económicos, transformación social, hasta cuestiones menos evidentes como el efecto ambiental o cultural que pudo traer consigo la crisis sanitaria. Actualmente se escriben cientos de artículos y libros sobre el tema, las revistas han publicado volúmenes especiales en el asunto y sus efectos, y en lo relativo a la apropiación social del conocimiento, se han proliferado los eventos científicos cuya agenda central ha sido la pandemia.

Ante esos temas que interpela la COVID-19, también ha surgido la necesidad de explorar nuevos métodos, en procura de construir bases documentales o referentes para un fenómeno inverosímil que puso en aprietos el empirismo fundado en la exploración de relaciones de casualidad. Es decir, para un escenario donde las causas y efectos se comportan de manera diferente y los pronósticos se supeditan a menores posibilidades de asertividad.

Sobre esa situación, la investigación ha potenciado nuevos métodos con un carácter holístico, sistémico o multidisciplinar que incluso ha despolarizado la ambigüedad entre lo cualitativo y lo cuantitativo, dando paso a nuevas formas que resultan siendo más sensibles e integrales para comprender la realidad social de la crisis sanitaria.

Pero quizás el efecto más evidente de la pandemia en la investigación científica ha sido en la manera de establecer relaciones sociales propias de los trabajos de campo y la participación del investigador en la construcción de realidades sociales. Prácticamente desde los primeros meses de 2020 la investigación se volcó al escritorio y abandonó por obvias razones el contacto físico y la corporeidad que ha sido propia de las investigaciones basadas en la casuística, el empirismo, la observación y el contacto in situ con los problemas investigativos. Esto implicó reinventar la manera de llegar a las comunidades y un nuevo sistema de comprensión de realidades mediado por la tecnología, donde la primera de ellas ha sido la brecha social en alfabetización tecnológica entre el investigador y los sujetos de estudio. En estos tiempos de pandemia, la investigación científica se ha reconfigurado, ha advertido retos y nuevas pautas de trabajo que deben asumir las universidades en cuanto a los contenidos temáticos, los métodos y los escenarios de interacción de los investigadores, lo cual supone un cambio de paradigma en la forma de producir nuevo conocimiento.

La ciencia enriquece la capacidad de análisis, de preguntar y de solicitar explicaciones; genera inquietudes, promueve la gallardía, nos lleva a buscar planes B frente a los obstáculos que se presentan en la ruta investigativa. Pero esto solo se logra si esa investigación no llega exclusivamente a los colegas científicos en instituciones de otras regiones, sino al resto de la humanidad.

Yamilhet Andrade Arango
Vicerrectora

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